Jack Dorsey y Elon Musk quieren ELIMINAR el Copyright

Jack Dorsey lo puso en palabras claras a través de un tweet hace pocas semanas: “Delete all IP law” y Elon Musk lo respaldó. Proponen disolver los derechos de autor, licencias y patentes como si fueran un obstáculo, pero ¿sirve esto a los músicos independiente o únicamente los beneficia a ellos como tecnócratas?

Para la mayoría de artistas, el copyright es su sostén fundamental. Sus leyes en cada país garantizan regalías, protegen identidades creativas y habilitan estrategias de marketing musical efectivas. Reducirlo a un ideal de “libertad absoluta” podría transformar completamente la industria musical.

En la fantasía tecnocrática de Jack Dorsey y Elon Musk, ellos argumentan que las leyes de propiedad intelectual (IP) “sofocan la innovación” y “frenan la colaboración global”. Desde su visión, la creatividad debería ser completamente libre y sin restricciones, pero la realidad es mucho más compleja y peligrosa para los artistas.

En un artículo publicado en Fast Company, se explica que el deseo de estos magnates responde a una lógica puramente tecnocrática. Quieren que cualquier creación sea un recurso abierto que las grandes empresas puedan explotar sin costo alguno. Bajo el disfraz de “libertad creativa”, en realidad se esconde un interés por convertir el arte y la cultura en simples insumos para alimentar algoritmos, entrenar a la IA y multiplicar ganancias corporativas sin compartir beneficios.

Qué es el Copyright

El copyright es un sistema jurídico propio del derecho anglosajón (Estados Unidos, Inglaterra, Canadá y otros países de esa tradición). Se centra en el derecho de copia y tiene un enfoque eminentemente económico. Bajo este sistema, el autor puede vender y transferir todos los derechos patrimoniales de su obra a un tercero (por ejemplo, una editorial o una discográfica) y, a partir de ahí, pierde control sobre el destino y uso de esa creación.

El copyright se gestiona principalmente como un activo comercial, similar a cualquier otro bien económico, sin contemplar de manera tan estricta la relación moral y personal del creador con su obra.

Qué son los derechos de autor

En Argentina, y en gran parte de América Latina y Europa continental, se utiliza el sistema de derecho de autor, basado en el derecho romano. Este sistema reconoce dos tipos de derechos:

  • Derechos morales: están ligados a la personalidad del autor. Incluyen, por ejemplo, el derecho a ser reconocido como autor, a decidir cuándo y cómo divulgar la obra, a proteger su integridad (impedir modificaciones o usos que dañen la obra) y a retirarla si ya no representa sus convicciones.
  • Derechos patrimoniales: permiten al autor explotar económicamente su obra (autorizar reproducciones, distribuir, comunicarla públicamente) y obtener beneficios económicos.

En Argentina, el derecho de autor está protegido por la Ley 11.723, que garantiza estos derechos durante toda la vida del autor y 70 años después de su fallecimiento (para sus herederos).

Además, en Argentina existe un sistema fuerte de sociedades de gestión colectiva (como SADAIC para autores y compositores), que recaudan y distribuyen regalías cuando las obras se usan públicamente.

La importancia de las leyes de copyright y derecho de autor

Hay una función principal: protección económica. A través de regalías, el autor gana por cada reproducción, descarga y uso. Abrir la puerta a eliminar ese marco legal haría que cualquiera pudiera utilizar tu música o robar tu identidad artística sin pagar nada. Sin copyright, los artistas independientes pierden no solo ingresos, sino también la base tangible sobre la que diseñan planes de marketing, branding y alianzas.

Eliminar la propiedad intelectual no solo afectaría a músicos y artistas, impactaría a escritores, diseñadores, inventores y cualquier persona que viva de crear. Si se elimina el derecho a recibir regalías, se desactiva el incentivo económico y simbólico para producir arte original.

Además, en un mundo “basado en algoritmos” y consumo rápido, los creadores ya compiten contra playlists infinitas y contenido generado por IA. Sacar el copyright sería como quitarles la única armadura legal que les queda frente a las grandes plataformas tecnológicas.

Casos legales, el equilibrio entre creatividad y propiedad

Existen casos emblemáticos como “Stairway to Heaven”, “Thinking Out Loud”, “Blurred Lines” y más. Todos estos juicios han definido qué se puede proteger y qué entra en dominio público, sin monopolizar acordes comunes o “vibes” musicales (algo que aún está en discusión).

La idea clave es: no se está criminalizando la inspiración básica, sino defendiendo los elementos únicos y originales. El copyright, bien interpretado, no frena la creatividad, la potencia al garantizar que los creadores independientes puedan invertir tiempo, dinero y alma en su arte con el resguardo de recibir regalías futuras.

Spotify, ¿aliado o depredador de la música?

foto: Daniel Ek, CEO y co-fundador de Spotify | fuente: BBC

Spotify cambió el paradigma, pero también puso en evidencia tensiones críticas. Paga entre $0.003 a $0.005 dólares por stream, una cifra que apenas tapa siquiera los costos básicos de producción.

Además, su sistema incentiva estrategias basadas en algoritmos únicamente. Artistas con menos de 1.000 reproducciones al año no cobran y también está el problema de la inteligencia artificial y las granjas de reproducciones con bots.

Recientemente, Spotify extendió su modelo de bundles (música + audiolibros), que reduce aún más los pagos por regalía Paralelamente, Daniel Ek invirtió más de €1.000 millones en defensa con IA y desató protestas de artistas como Deerhoof y Skee Mask y el rechazo del sindicato UMAW al considerarlo “empresario de guerra pagado con regalías de artistas”.

Qué pasaría si se termina el Copyright

Para un músico independiente, el marketing musical ya es un desafío intenso. Hay que construir una marca, lograr presencia en playlists, gestionar redes y conectar con los fans a niveles más profundos. Todo esto se sustenta en contar con ingresos sostenibles.

Sin copyright, las estrategias colapsarían y volveríamos a un sistema feudal. Regalaríamos la música a algoritmos que la distribuyen sin transparencia ni compensaciones cercanas. Los labels ya dominan bastante el mercado y además los DSP (plataformas digitales) se quedan con porcentajes elevados de nuestro dinero. El artista queda relegado a subsistir de gigs, productos y contenido exclusivo como suscripciones. Esto nos muestra que debemos estar atentos a nuevos modelos de negocios.

Algoritmos, IA y nuevas formas de explotación

Las plataformas usan algoritmos para curar playlists automáticas que generan engagement. Spotify usa IA para detectar “spam tracks”, monetizar segmentos con “ghost artists” o relegar a creadores reales. ¡Un poco de todo y muy poco a favor nuestro!

El riesgo es el siguiente: sin un ecosistema legal fuerte que defienda los intereses del creador, la IA puede replicar estilos, beats o sentimientos sin pagar derechos, un punto que Jack Dorsey aparentemente o deliberadamente ignora, pero que nos golpea a los artistas y creadores. En un mundo sin copyright, una IA entrenada con millones de obras podría generar canciones sin compensar a nadie, en nombre de la “creatividad libre”.

Regalías y sustento artístico

Sin copyright, no hay regalías. Lo que impulsa al creador (recibir compensación cada vez que su obra se reproduce) desaparece. Por eso, hoy sindicatos y campañas como Broken Record (RU) o UMAW (EEUU) exigen transparencia, pagos justos y condiciones dignas .

Ese dinero no es “bono”, es salario. Sin él, un artista no puede invertir en estudio, en videoclips ni en promoción. El ecosistema que llamamos “industria musical” se reduce a la lógica extractiva, ya que las grandes plataformas + los gigantes tecnológicas lucran con contenido creado por otros. Incluido el viejo Twitter de Jack Dorsey.

Qué podemos hacer para protegernos

Primero habría que fomentar el fortalecimiento del copyright y de los derechos de autor y una legislación que comprenda el ecosistema digital, la IA y los algoritmos. No sirve sólo eliminar un problema, hay que pensar en las consecuencias.

Segundo podríamos buscar redistribución y transparencia en los pagos. Exigir, firmar contratos justos, apoyar campañas como Broken Record/UMAW y seguir el debate a nivel legal. Spotify ya firmó con UMG un acuerdo directo para mejorar pagos de bundle resultado de la presión colectiva.

Tercero e igual de importante es diversificar los ingresos. Combinar streaming con licencias para sincronización, gigs, merchandising, venta directa en Bandcamp o sistemas NFT. Crear estrategias de marketing musical que apuesten por la conexión con fans, lo que no depende exclusivamente de plataformas centralizadas.

Sin derechos no hay arte

Eliminar el copyright es una propuesta seductora para los tecnócratas de turno y quienes desprecian la ley, pero catastrófica para el artista independiente. Justo cuando los ingresos por streaming ya son marginales y las plataformas moldean el consumo a su favor, quitar la protección legal sería darles poder absoluto. Y es precismente lo que están buscando.

El copyright es, más que un derecho o una ley, una estrategia estructural que sostiene proyectos musicales, estrategias de marketing, identidad creativa y un sistema económico que garantice, siquiera, el sustento básico del artista. En un mundo sin copyright, dudo que el arte siga existiendo tal como lo conocemos. Se corre el riesgo de convertirlo en datos, algoritmos y mercancía deshumanizada.


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