Este interrogante se sumerge en el vínculo entre el creador, en este caso el artista y la audiencia, desencadenando una serie de reflexiones que quiero compartir a raíz de las decenas de personas que han estado trabajando conmigo durante los últimos meses:
En primer lugar, surge la cuestión de la identidad del público. Los artistas a menudo se encuentran preguntándose quiénes son los verdaderos consumidores de su música. ¿Es un público demográficamente específico, o hay potencial de resonar con una audiencia más amplia de lo que inicialmente se había previsto?
Para esto es importante analizar las métricas de YouTube, SoundCloud, Google Search Console y, en última instancia, de Spotify. Saber de dónde proviene el interés por nuestro contenido, si no vamos a estar gastando energía en lugares donde no nos escucha nadie.
La idea es adaptar el enfoque para llegar a aquellos que realmente conectan nuestra música. Imaginemos el querer venderle memphis rap o cumbia argentina al público ruso, requiere por lo menos un estudio de mercado bastante importante (que tampoco es que va a salir muy bien el resultado).
Luego me dirijo al poroceso de exploración, donde la autenticidad artística choca a menudo con las demandas comerciales. La pregunta de si se está sacrificando la integridad artística en post de las ventas puede generar conflictos internos. Los artistas se enfrentan a la presión de encontrar un equilibrio entre la expresión personal y la rentabilidad comercial.
De todas maneras no hay que ponerse mal si se desea hacer música calificada como “comercial”, toda la música es igual de importante en una industria y los juicios de valor son meras opiniones de las personas. Todo trabajo debe ser remunerado.
Sobre el valor de la música, ¿cómo se valora realmente la música en el mercado actual? ¿Tienen algo que ver las redes sociales?
Hoy en día la información del usuario es una suerte de mercancía, entonces yo como artista musical quiero saber y estar al tanto del valor que estoy aportando a mi audiencia. Porque esa información me permite saber para dónde tengo que ir, si puedo transgredir más o menos en mis próximos lanzamientos, si puedo arriesgar, si hay aceptación de mis últimos cambios, o si de todas maneras puedo quedarme cómodo en un estilo musical donde tenga éxito.
Esas decisiones son de cada uno, pero hoy en día la industria se basa plenamente en la información obtenida de redes sociales. Porque a fin de cuentas si reamlente no nos importara, no las usaríamos.
Vamos al plano de la distribución.
¿Dónde y cómo se está vendiendo o escuchando actualmente mi música? O mejor dicho la música en general. ¿Existen canales de distribución específicos que podrían hacerme llegar a un público más amplio?
En la música electrónica todos sabemos las diferencias que existen entre Beatport y Traxsource respecto del público objetivo. También podríamos incluir a iTunes/Apple Music para quienes trabajan música pop, urbana, trap, reggaeton.
Pero ahora nos estamos centrando en las plataformas de streaming que es donde la audiencia nos descubre. Spotify representa la mayor estructura a nivel mundial en este sentido, más allá de los debates sobre los pagos de regalías, pero es verdaderamente la puerta de entrada de muchísimos artistas emergentes que pelean por un merecido lugar en esta industria.
Y para concluir, las expectativas y percepciones. Estas juegan un papel fundamental en la relación entre el artista y su audiencia.
¿Las expectativas del artista coinciden con la realidad? ¿Qué pueden hacer los artistas para ajustar esas expectativas o cambiar la percepción de su música en el mercado? Este proceso de ajuste puede ser esencial para garantizar que la música se presente de manera atractiva a la audiencia objetivo o público ideal, algo totalmente necesario en las estrategias de marketing musical.
Volviendo al punto donde hablaba sobre las redes sociales, hoy en día el mercado se centra en la información que aportan los usuarios. Los algoritmos registran esa actividad específicamente.
En TikTok, por ejemplo, muchas personas hablan de música y aportan un valor enorme a la interpretación de muchas obras musicales. El día de mañana no sabemos si pueden estar analizando nuestras canciones, sí sabemos que así como se viraliza cualquier contenido, acá puede pasar realmente cualquier cosa. Solamente debemos estar atentos y abiertos a todas las posibilidades y seguir las tendencias para comprender un poco el juego y sobre todo la velocidad con la que todo sucede en este mundo.
Pero cayendo en la realidad de que las expectativas que tiene uno como artista pueden no cumplirse, quizá los objetivos prioritarios fueron demasiado ambiciosos y sea conveniente revisar nuevamente qué se puede hacer en el corto plazo para ir mejorando. Quizá esperábamos 10 mil seguidores con un lanzamiento musical y no sucedió.
Entonces habrá que revisar qué falló o por qué pensamos tan alto cuando podríamos haber fijado objetivos más pequeños y más realistas. De eso se tratan los objetivos SMART, para entender dónde estamos parados y hasta dónde podemos llegar. Una planificación de lanzamientos y contenido debe estar enlazada de manera excluyente con los objetivos SMART a fin de saber qué hacer, cuándo y para qué.